Los últimos años han sido cruciales para la visualización de sectores marginados y excluidos como los pueblos originarios, entornos que la espera capitalina y la historia nacional difícilmente los contaban. Este hecho fundamental no puede culminar solamente en el puro reconocimiento jurídico. Tienen que existir propuestas concretas respecto a la educación, la salud, la infraestructura y el acceso al mercado.
En la promulgación de la Ley de consulta previa, en la localidad de Imaza, Provincia de Bagua, una mujer Awajún pedía al Presidente de la República asfaltar la carretera Bagua-Santa María de Nieva, en la Provincia de Condorcanqui. La mujer pedía esto para poder vender sus productos como el plátano, el cacao y el café.
En la medida que uno recorre todo el norte correspondiente al Alto Marañón, territorio ancestral de los jíbaros, constatará el estado catastrófico en la que se encuentra dicha carretera. Ese estado impide a los pobladores de esa jurisdicción intercambiar sus productos y así obtener ingresos que les permitan afrontar el hambre y el abandono.
La emigración de la costa hacia la selva no solo ocasionó el incremento de la población amazónica sino que también trajo enfermedades como la sífilis y el sida. Informaciones médicas revelan el alto índice de crecimiento de estos nuevos males, donde los más perjudicados son los jóvenes. Si bien es cierto que los inmigrantes son los que normalmente han traído estas enfermedades, últimamente son también los mismos indígenas los agentes de la propagación. ¿Podrá la medicina tradicional detener esta cruel epidemia?
En educación, las evidencias son desalentadoras. La mayoría de los que llegan a terminar la secundaria tienen que elegir entre ser padres o madres a los 16, 17 años y vivir frustrados en las comunidades o marcharse a las ciudades más cercanas donde trabajando como peones o bailarinas de discotecas sueñan con estudiar alguna carrera universitaria. Ese sueño que los acompaña invita a que cada día salgan más jóvenes de sus territorios. El mundo que les toca vivir, bajo esas condiciones es duro y aterrador. Tal es el impacto de ese otro mundo que la mayoría no llega a hacer realidad sus aspiraciones y viven como parias abandonados a la incertidumbre y la desesperación. ¿Qué futuro les aguarda entonces?
El presente gobierno, si algo importante puede hacer, a parte de la Ley de consulta, es crear un programa especial de formación a los indígenas. Un programa especial donde primen las especializaciones así como las carreras superiores que puedan darles mayores cuadros humanos. Pero tiene que ser una política a parte.
El proyecto apuntaría a resolver el viejo problema de no tener interlocutores apropiados y así dejen de ser actores pasivos en el proceso de desarrollo. No es posible subsistir a base de discursos si estos no hallan puertos que faciliten la interconexión con otras culturas. Aquí está el meollo de toda política de reconocimiento. Así lo demuestran las distintas experiencias de otros países, donde el mismo Estado, el Sector privado y los Nativos han sido los primeros en levantar la oreja.
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