miércoles, 27 de julio de 2011

Educación e indígenas

Por: Shuar Velásquez.

(El Comercio, 9 de Marzo de 2011)

Más del 90% de los jóvenes indígenas en el Perú no ha seguido alguna carrera universitaria. La cifra se complica cuando cerca del 5% (de la cantidad restante) o tiene una carrera trunca o no puede terminarla por falta de recursos y limitaciones estructurales. ¿Dónde está entonces el futuro de los pueblos indígenas?

Hace unos años, a raíz de la firma del Tratado de Paz entre el Perú y Ecuador, nuestro país recibió un fondo de más de 5 millones de dólares. Este fondo, proveniente de capitales extranjeros, buscaba desarrollar la región del Alto Marañón, territorio que agrupa a distritos como Cenepa, Santiago y Nieva. Este territorio también es lugar de los pueblos originarios aguarunas y huambisas.

Parte del fondo recibido fue destinado a un programa para que estudiantes indígenas puedan seguir carreras superiores. Hoy en día, después de haber culminado el programa, los resultados son poco esperanzadores. La mayoría no logró finalizar sus estudios y para los que lo hicieron, las posibilidades de empleo y de trabajo son escasas o totalmente nulas.

Las razones para que un proyecto tan fundamental como ese sea un fracaso son muchas. Pero hace poco, estando en Albuquerque, Nuevo México (EE.UU.), un gobernador y profesor de un pueblo indígena nos decía lo siguiente: “La idea general que se tenía de las tribus indígenas en todo Estados Unidos era que nuestra particularidad era un problema y que por lo tanto había que ejecutar programas que buscasen nivelar la realidad de las tribus con la del resto de la sociedad estadounidense”.

La mayoría de las carreras seguidas por los estudiantes del Alto Marañón solo se podían ejercer en las ciudades cuando casi todas las comunidades nativas se encuentran en los bosques. Esta incongruencia, visible a simple vista, no solo es el producto de un mal diseño del programa sino también de un paupérrimo conocimiento de la realidad, además de una serie de errores a la hora de su implementación. Por ejemplo, se sabe que los lugares donde se hospedaban en ciudades como Lima eran conducidos por personas poco capacitadas para entender los múltiples complejos culturales. Bajo el argumento del “cumplimiento de las normas” muchos fueron expulsados sin medir las consecuencias. Hace poco me enteré de un ex becario que llegó a suicidarse porque en la comunidad donde vivía había sido catalogado como un irresponsable, algo que es mal visto según las tradiciones del pueblo.

Algunos estudiantes indígenas en Lima aún no pueden culminar sus carreras debido a muchas restricciones. Las universidades no tienen proyectos que busquen incluir, entre su alumnado, a estudiantes de otros sectores. Planes de capacitación en derechos humanos, programas de educación en los mejores centros académicos, así como iniciativas de desarrollo empresarial deberían ser labores impostergables para afrontar este grave problema que afecta al país.





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